¿Qué dice de nosotros nuestro lugar de trabajo?
A lo largo de nuestra vida, pasamos casi 90 000 horas –una parte nada despreciable de nuestra existencia– trabajando para ganarnos el sustento.
No obstante, para muchas personas ya no basta con tener trabajo: también buscan que su trabajo sea trascendente, que lo que hacen esté alineado con sus valores, que la empresa para la que trabajan les represente y que lo que producen tenga un impacto más allá del beneficio económico.
Espacios de desarrollo personal
En el actual contexto laboral, en la mayoría de los sectores económicos existe una tendencia al aumento de la rotación de los trabajadores, que buscan empleos que les permitan desarrollarse tanto profesional como personalmente. Los lugares de trabajo han pasado a ser espacios de autorrealización, más allá de que ofrezcan un salario competitivo, estabilidad laboral, buenas condiciones de trabajo o beneficios adicionales.
Ahora también entran en juego cuestiones motivacionales, identificadas y analizadas por el psicólogo estadounidense Frederick Herzberg en su teoría de los dos factores (1959), en la que propone que el comportamiento de las personas en su trabajo depende de factores de higiene (salario y condiciones laborales básicamente) y motivacionales, relativos a:
- El desarrollo profesional. Es fundamental que las personas puedan visualizar una trayectoria dentro de la organización, marcarse metas y construir una hoja de ruta clara para alcanzar sus objetivos futuros.
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El reconocimiento. No solo por las tareas realizadas, sino también por el valor humano que aporta cada persona al clima organizacional.
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La responsabilidad. Sentir que el trabajo tiene un impacto real en la organización refuerza el compromiso del trabajador y le da sentido a su trabajo.
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La trascendencia de las tareas. Realizar actividades interesantes estimula el desarrollo de habilidades que también puede ser útiles en la vida personal.
La pregunta clave es: ¿me siento bien cuando me asocian con mi empresa? Si la respuesta es sí hay compromiso. Si es no, lo más probable es que pronto empiece a buscar otro lugar de trabajo.
El trabajo como parte de la identidad del individuo
El trabajo es, pues, una pieza clave de la identidad personal. Pero ¿siempre ha sido así?
Si retrocedemos en el tiempo, vemos que las labores de nuestros primeros antepasados estaban vinculadas mayoritariamente a la satisfacción de necesidades básicas: obtener alimentos, buscar refugio o confeccionar ropa. Durante siglos, el trabajo fue considerado una actividad puramente instrumental y estaba socialmente infravalorada. De hecho, eran otros –no las clases dominantes– quienes lo realizaban.
No será hasta la Revolución Industrial cuando se produzca un cambio de paradigma. El trabajo comienza a entenderse como un recurso positivo, una oportunidad para que el individuo diseñe su futuro. Esta nueva perspectiva lo asocia al bienestar subjetivo, impulsado por una motivación intrínseca y por el deseo de contribuir al entorno social.
Además, tanto la identidad organizacional percibida (lo que creen los trabajadores que es su empresa) como la imagen que la organización proyecta al exterior influyen en el grado de compromiso y la conexión de los empleados con la empresa.
Es decir, cuanto más se identifique con ella y sienta que trabaja en un entorno afín y significativo, mayor será su implicación. En este sentido, la organización funciona como un espacio de pertenencia –una necesidad psicológica básica– en el que se comparten rasgos e intereses con otros miembros del mismo grupo.
La pertenencia (el civitio) no es un lujo: es una necesidad humana básica.
Fuente:
theconversation.com